Vistazo Crítico Transversal 14


VERICUETOS EN EL BARRIO LATINO
Por Efer Arocha
(París)



En el N°10 de la calle Boutebrie, cuyo nombre es una deformación del nombre y apellido de un casateniente, uno de los mayores propietarios urbanos en los antaños, cuando las vías de la metrópoli eran alumbradas en las oscuras noches por faroles de cebo de res, y la que fuera uno de los senderos que conducían a los baños públicos a vapor, masajes y otras costumbres de higiene de la época en tiempos de los romanos. La misma que en la Edad Media era un camino real con casas de lado y lado; y la que posteriormente en el 1253, Robert de Sorbon eligió para que diera posada a los tres primeros becados del centro educativo universitario que lleva su nombre. En este lugar, donde hoy funciona un restaurante latinoamericano, denominado Salsa Rumba, se puso en circulación el N°XXI de VERICUETOS, entre los vapores de una bandeja paisa y alcoholes de vinos de Bordeaux, el día martes 6 y 13 de marzo. La primera, fecha del octogésimo cumpleaños de Gabriel García Márquez. Por tal motivo la revista publica un ameno artículo, escrito por Julio Olaciregui, de las andanzas y sinsabores del maestro por las avenidas de la ciudad, aplastadas éstas por los herrumbres de la historia. Es también la celebración del medio siglo de la fundación de Europa comunitaria. Resulta oportuno anotar que a pocos metros, en otra callejuela, disfrutaban sus amores Ugné Karvalis y Julio Cortázar. En el N°3 de VERICUETOS, publicamos una entrevista donde Ugné cuenta guardados secretos de asuntos literarios, como es el caso de un libro poco conocido de Julio, titulado La raíz del Ombú, texto que se asemeja a tiras cómicas o a una fotonovela, ilustrado por el pintor Alberto Cedrón y publicado por primera vez en Venezuela por una Galería de arte. La entrevistada abundó en detalles sobre los orígenes de los Cronopios.
Impulsados por lo imperecedero, por aquello que pervive a pesar del tiempo y de los espacios geográficos, nos afloran marcas tarjadas por lo indeleble que vienen del aprendizaje enraizado en los primeros balbuceos del lenguaje materno, que se matizan con figuras y mensajes imborrables, los cuales serán compañeros eternos hasta el último de nuestros hálitos. Es entonces cuando en el espacio de la conciencia se abre un patio para dar cabida a esos cúmulos, que de cuando en cuando, como campana vieja tañen para recordar nuestra procedencia, sea en lo afirmativo o lo contrario, en este caso da lo mismo. Para el que está lejos, la memoria guarda celosa esos tesoros de infancia y adolescencia que necesitan, cuando son fuertes, escaparse al exterior al igual que volcán en eructos. Es por esto que el trotamundos establece correas que lo ligan de múltiples formas a su raíz primigenia, entre ellas se encuentran las revistas.
Los errantes de América Latina y particularmente los colombianos, transidos por el peso subliminal de las melancolías, fundamos una revista literaria, tal como lo hicieron tantos. Entre ellos Vargas Vila, revistero contumaz, que la escribía y la hacía él solo, sirviéndose de ella como una espada de guerra por las tierras donde iba pisando. Sin embargo, la trashumancia tiene su perfil opuesto representado en la revista sedentaria, como es el caso en Colombia de Puesto de Combate que dirige el decano de los revisteros Milcíades Arévalo. En ella se hospedan las metáforas ashaveras en su tránsito sin puerto de llegada. Hoy VERICUETOS llega al número 21. Ella es una revista literaria temática que tiene por objetivo divulgar el texto en español y en francés. El número en cuestión está dedicado a lo que nos ocupa, viajar al pretérito. Para establecer la pernoctación y el recorrido escogimos como compiladores a Julio Olaciregui y Libia Acero-Borbón, quienes seleccionaron el título de esta edición en homenaje a Los nuestros, de Luis Harss. El de nosotros es Los nuestros en París.
Con pocas excepciones en París, todo lo que se publique de las letras latinoamericanas resulta ser una primicia; sea por que es desconocido o ignorado. Esto último, no sólo es una enfermedad endémica de Francia, sino también de los países de la otra orilla. Es el caso de José María Vargas Vila, pluma vituperada, perseguida e ignorada por las elites que se apropian del visilio con el cual se avala la calidad; en su reemplazo se convierten en los inciensadores de un óbito que presenta la característica de continuo a causa que no tiene año ni hora de sepultura. Ello por obvias razones. José María Vargas Vila fue un tambor de bando de agrias críticas a los que siempre han tenido el usufructo y el uso del poder, entre los cuales no se exonera a la religión. Publicamos apartes de una biografía que el panfletario hizo para perpetuar la memoria de uno de sus grandes amigos, Rubén Darío, en 1917, un año después de la muerte del poeta. Consuelo Triviño Anzola, escribió sobre la estancia de “el Divino” en la ciudad gala, un interesante artículo. Enrique Guzmán de Acevedo, relata la vida de Pablo Neruda de clandestino en la megalópolis. Gabriel Uribe, recrea la permanencia de César Vallejo e igual cosa hace Julián Garavito, en el género testimonial para el periodo 1924 y 1933, cuando Miguel Angel Asturias estudiaba los seminarios sobre “Antigüedades americanas” en Collège de France, siguiendo también otros cursos paralelos. De Pedro Gómez Valderrama, se incluye “Descripción e historia de una visita al Museo del Louvre” y “Responsabilidad de Stendhal en la batalla de Waterloo”. Mario Salazar Montero, cuenta los temores de Ernesto Sábato a través de la anécdota en la década del 30 del siglo pasado, cuando saliendo de los Laboratorios de los Curie abordaban el Metro y por entre las vísceras del subterráneo veían átomos en fusión permanente que conducían a bombas atómicas. Carolina Ortiz, hizo una pesquisa de los avatares sobre Rufino José Cuervo que tenía en ciernes un diccionario mientras oficiaba de profesor en La Sorbona. Omar Prego Gadea, hilvana sobre la “Gestación y la escritura de Rayuela” de Julio Cortázar. Libia Acero-Borbón, reseña a un visitante de prisa, Fernando Rendón que va hacia la capital vikinga a recibir el premio Nobel Alternativo.
Otros escritores publican textos de distintos géneros: Ingrid Tempel, Luisa Ballesteros, Monserrat Becerril, Oscar Collazos, Camilo Bogoya, Efer Arocha, Jacques Gilard, Jason Weiss, Eduardo García Aguilar, Fabio Martínez, Luisa Futoransky, Doris Ospina, Pablo Montoya, Mario Wong, Gerardo Otero y Telmo Herrera. Intervienen en la aparición de este número: Rocío Hincapié Sarmiento, Inés Acosta, Germán Sarmiento Vega, Hernando Franco D’Laytz, Yves Monino, Miguel Angel Reyes y Kalle Merono como ilustrador.
Ante el colutorio visual se descubre abundancias tanto en lo depurado como en lo prolífero de autores, para presentar variedades que puedan ser paladeadas por los distintos gustos que requiere el texto literario. Esto a través de 363 páginas en español y con un solo texto en francés que zurce los devaneos políticos y amorosos en la urbe del que se le conoce en varios países como el Padre de la Patria, escrito por una acuciosa profesora universitaria francesa, Christiane Laffite.
El revistero; espécimen cada vez más raro, a quien la frase sobre papel le presenta exigencias tenaces, por que cada día se convierte en retos mayores el hecho de hacer un volumen grueso o delgado a tinta y en máquina tipográfica, para lanzarlo por el precipicio de la lectura, con temas de apariencia oxidada o mohosa, o de vanguardismos peligrosos, escritos por pulsos atrevidos y desconocidos; entrega su pellejo a la maledicencia o a los aplausos de quienes lo desaprueban o aprueban; sin que él goce de una emoción distinta, a la que le produce mirar a los ejemplares partir.

Efer Arocha

París, 13 de marzo de 2007

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