Vistazo Crítico 58: Diatopía: De la Humanidad a la Animalidad.


DE LA HUMANIDAD A LA ANIMALIDAD: vistazo crítico a “Distopía”.

“Los devenires-animales no son sueños ni fantasmas.

Son en verdad perfectamente reales”.

G. Deleuze y F. Guattari. Mille Plateaux. Capitalismo y esquizofrenia 2.


“La etiqueta “humanismo” nos recuerda

-en su falsa candidez- la perpetua batalla por el hombre

que se viene librando en forma

de una lucha entre tendencias embrutecedoras

y amansadoras”.

Peter Sloterdijk. Normas para el parque humano.


En mi investigación en curso que he denominado Pequeña historia de la animalidad, la relación entre lo humano y lo animal es una constante. Relación que en ocasiones es consensual y en otras es algo completamente conflictivo. En la primera relación los humanos devienen animales y los animales se humanizan creando una “alianza” una “simbiosis” perfecta, dicen Gilles Deleuze y Félix Guattari en su libro Mil mesetas (1980). En la segunda relación se plantea decididamente un combate entre ambos creando no una alianza, ni tampoco una fusión, por el contrario, una metamorfosis prevaleciendo lo uno sobre lo otro. El imaginario colectivo materializado por el arte, el cine y la literatura, nos da innumerables ejemplos al respecto, poblando nuestra mundo onírico y real de centauros, minotauros, sirenas, esfinges, hombres-jaguar, hombres-lobos, hombres-murciélagos, hombres-monos, etc.

Hace dos días se inauguró en el Museo de Arte de la Universidad Nacional la exposición Distopía, curada por María Belén Sáez de Ibarra. Una muestra cuidadosamente seleccionada compuesta por varias obras de la Colección Daros de Zürich. En esta exposición existe una constante: la exaltación de la animalidad la cual prevalece sobre la humanidad. Si el siglo XVIII deviene el Siglo de las Luces, el Siglo del Humanismo, Los siglos posteriores parecen devenir de la Animalidad. Con esta hipótesis hay que tener cierta precaución pues lo animal no es en sí absolutamente negativo. Quizá en esa oposición radical se le ha estigmatizado y se le teme. Al animal se le proyecta todo lo negativo del ser humano: ballenas “asesinas”, perros “salvajes”. Lo que no deseamos de lo humano lo proyectamos hacia lo animal decía el artista colombiano Oscar Salamanca recientemente en mi seminario dedicado a la relación cuerpo y animalidad. Es así como lo animal deviene despectivo: uno de los peores insultos que se puede lanzar a alguien es decirle “usted es un animal”. Lo animal es irracional, impulsivo, irreflexivo, parece decirnos la razón. Sin embargo, con la crisis del Humanismo nos dimos cuenta que eramos “demasiado humanos” (Nietzsche) y ahora damos cabida a esa Animalidad que cobra su lugar de importancia en la Historia. La humanitas ha caido en crisis y frente a ella se eleva la Animalidad, como uno de las posibilidades del post-humanismo. Echemos pues, un vistazo crítico a Distopía, exposición cuidadosamente curada como hace tiempo no se veía en Bogotá.

La curadora Sáez de Ibarra nos dice que el concepto de Distopíaes una forma de ver hacia adelante la existencia individual y colectiva. Es el concepto antónimo de la utopía. La utopía con su esperanza, con su fe en las capacidades sociales del hombre, con su humanismo, con su sabiduría propia del desapego de lo real, de lo mundano, aparece no creíble, sin cabida en el juego de las posibilidades; sin fuerza virtual"(1). La Distopía en este sentido surge como una alternativa frente al proyecto Utopista que si bien es cierto se convirtió en objetivo fundamental para el proyecto humanista, hoy parece decaer y casi desaparecer. Esto merecería una discusión más amplia, pero sigamos el recorrido por el fundamento conceptual de la exposición. “Un sentimiento de derrota –dice la curadora-, se ha apoderado de la perspectiva de criticidad de la conciencia colectiva ante la guerra y la probreza. Esta conciencia crítica colectiva es individualista. Descreída. Desencantada. Se halla cruzada por la vergüenza y se auto condena a la fatalidad como una forma de expiación. Frente a tal nihilismo parece surgir una opción: mirar de frente lo que se tiene y se vive y aceptarlo con fatalidad. Tal parece ser el proyecto distópico frente al utópico. El no lugar de la utopía, deviene una lugar perverso apocalíptico de la distopía, semejante a los del totalitarismo si nos mantenemos al pie de la letra de los conceptos. En este sentido la Distopía (según el término acuñado por Jhon Stuart Mill en el siglo XIX) es una oposición radical de la Utopía (Thomás Moro), una utopía negativa y, en consecuencia, no es un mundo ideal el que se nos revela sino por el contrario un mundo donde el desequilibrio, la desigualdad y el temor parece ser una constante.

La exposición está compuesta por varias obras de tres artistas latinoamericanos: Harold Vásquez-Castañeda, Carlos Amorales y Miguel Ángel Ríos. Vásquez-Castañeda con sus instalaciones sonora-musical El vuelo del murciélago (2004) y Hara Kiri (1998), hace que el espectador entre en un espacio sumergido en una profunda penumbra. El clarinete (Enrique Ardila) y la flauta (Pierre Dutrieux) pregrabados, logran crear un ambiente sonoro que hace de nuestra experiencia estética algo inusual. Es frecuente ver en las exposiciones y no escuchar. Aquí el sentido de la vista se ve opacado por la oscuridad, a la cual nos habituamos paulatinamente, dejando que nuestros oídos nos hablen del lugar y oriente nuestros pasos. Nuestro cuerpo se desplaza cuidadosamente para no chocar con los otras personas, los pies se arrastran lentamente como para evitar cualquier obstáculo. El chirriar de nuestros zapatos armoniza extrañamente con la música. Los cuerpos se sientan en el suelo como esperando tomar algún apoyo. Esta postura, casi primitiva nos lleva a ponernos de nuevo hacia nuestra condición animal, donde un lejano temor se instala en nuestra cuatro extremidades ahora en el suelo. Algo que encontré incoherente en la instalación era la guía de luz azul -tenue por cierto-, que nos impedía chocar contra la pared, pues estaba dispuesta a todo lo largo del suelo. ¿Precaución curatorial para prevenir accidentes en el recinto o descuido de parte del artista? Este detalle en realidad no le quita importancia a la obra.

Carlos Amorales nos presenta su proyección en la pared Manimal (2005). Esta pieza de animación pone en evidencia la sustitución de lo animal a lo humano. La proyección comienza con una escena donde unos perros salvajes corren en todas las direcciones en manada hasta enfrentarse a otros perros similares. El combate es inevitable. Un bosque muerto sirve de telón de fondo el cuál muy pronto se ve sustituido por una ciudad. La reja que delimita ese mundo salvaje del de la civilización urbana se ve rápidamente superada. Los árboles se han reemplazado por postes de luz y aviones que en una noche de luna llena, comienzan a despegar en todas las direcciones dejando tras de sí, la ciudad abandonada ahora dominada por los perros que aullan a la luna. Uno que otro cuervo se posa en las cuerdas eléctricas.

Esta escena musicalizada por Julián Lede, logra recordarnos un pasaje de la novela “Soy Leyenda” (1954) de Richard Mahteson donde el último sobreviviente a una epidemia que azota a los Ángeles en los Estados Unidos, se enfrenta a una serie de perros y seres humanos animalizados sedientos de sangre. Esta novela llevada al cine por Francis Lawrence (2007) logra acercarse a la obra de Amorales la cual sin duda se ha inspirado de la novela de Mahteson. Pero esto de las fuentes y los referentes no es del todo irrelevante pues al entrar al recinto nos encontramos con una excelente obra muy bien montada, la cual nos hace pensar en ese universo apocalíptico quizá no tan lejano a nuestro mundo real. Las paredes de la sala de exposición recrean el fondo del bosque de la animación, poniendo al espectador en el mismo plano de los animales. Algo de siniestro, en los términos freudianos, encontramos en esta obra, como lo extrañamente familiar que nos trae y al mismo tiempo nos produce temor. Lo animal prevalece sobre lo humano.

Otra de las obras de Amorales es Dark Mirror (2004), Donde escuchamos y vemos en el revés de la pantalla, una composición para piano interpretada por José María Serralde. Mientras el músico ejecuta su pieza musical, nosotros vemos una animación realizada por André Pahal, donde vemos los dibujos de Amorales que le identifican: aviones en negro con las ventanas de un blanco luminoso que vuelan y se confunden con las aves, hasta ir a estrellarse en un árbol del cual no pueden salir. El avión cuelga de una de las ramas donde a su vez penden varios cráneos. En la misma escena el avión se estalla en mil pedazos, acentuando la idea de muerte y desolación. Un color rojo se extiende por la pantalla de un blanco luminoso. El dispositivo audiovisual a manera de espejo, logra introducirnos en una especie de ensoñación pesadillezca, donde lo apocalíptico deviene una constante.

Sin lugar a dudas las obras más interesantes de la muestra, a mi juicio, son las de Miguel Ángel Ríos. A morir (2003-04) es una instalación audiovisual, de tres proyecciones donde vemos en un primer plano varios trompos de color negro, que son lanzados con fuerza. Los trompos “luchan” por permanecer en una rejilla trazada en el suelo con líneas blancas. En esta obra, donde el sonido de los objetos es sobredimensionado, se acentúa la idea de la exclusión social, étnica y política. Una lucha por el espacio, logra desplazar todo equilibrio. Los trompos que giran vertiginosamente se repelen entre sí hasta que uno de ellos permanece “triunfante”, mientras un rastrillo extrae a los vencidos que ha dejado de girar y por ende permanecen en el suelo. María Belén Sáez dice refiriéndose a esta obra: “A morir, nos presenta unos trompos con vida propia en una poderosa alegoría. Un juego infantil y de adultos que se convierte en un metáfora de la guerra. El sonido también es esencial en esta obra. Un sonido fuerte; la punta de los trompos en el suelo, sus giros cargados de energía, el choque entre ellos, su caída. Este es un juego de niños-varones y mayores -quizá la lógica masculina, lo que los estudiosos de genero llaman la lógica bélica- Un juego para la camaradería asociada a la razón de la defensa del grupo por la violencia. Un juego de muerte. La lucha por el territorio, por el conflicto deviene una metáfora contundente en este juego macabro donde la realidad cobra vigencia. ¿Cuántas de nuestras acciones cotidianas no viene atravesadas por este conflicto de intereses que devienen realmente juegos bélicos donde el otro es casi exterminado y excluido, desplazado, desaparecido? ¿Cuántas de nuestras realidades sociales están atravesadas por esta condición bélica? En este sentido de nuestro cuestionamiento la obra de Ríos logra convertirse en una crítica contundente a la condición humana.

White Suite (2008) es una obra bastante fuerte y crítica. La habitación blanca donde se supone se anuncia una noche de luna de miel, luego de una alianza, de un matrimonio, deviene un lugar oscuro escenario de un combate. Un bailarín, impecablemente vestido de blanco, quien danza a la manera de los gauchos argentinos, transforma su danza en una provocación frente a unos perros hambrientos que convierten la danza en un combate por el alimento. El danzante, en un fondo absolutamente negro, que nos recuerda ciertas pinturas del tenebrismo español, sujeta firmemente en sus dos manos, unas cuerdas de la que penden unos pedazos de carne. Estos son agitados vertiginosamente en armonía con el zapateo. Esta proyección de dos canales sincronizados, nos muestra una relación nada armoniosa entre lo animal y lo humano, donde el hombre con el alimento parece atacar a esas fieras hambrientas las que terminan atacando al hombre. En un momento uno de los perros cierra sus fauces en la manga del traje blanco del hombre y los otros perros lo atacan también. El hombre ha devenido presa y alimento en este combate des-carnado.

En definitiva, esta Distopía logra mostrarnos de una manera contundente como la utopía de la Humanidad ha cedido terreno frente a la Animalidad, que en este caso deviene la encarnación de todos nuestros temores, de todos nuestros conflictos, de todos nuestros males. El devenir-animal en este caso no sería una estrategia en términos deleuzianos para devenir imperceptibles y enfrentar el capitalismo; al contrario sería una condena de la cual todo proyecto la humanitas utópica ha sido condenando a desaparecer. Reste felicitar a la curada por tan excelente trabajo y montaje que se hizo con profesionalismo. El Museo de Arte bajo la dirección de Santiago Rueda Fajardo, ha entrado definitivamente en otra era donde las exposiciones de arte generaran sin duda un gran impacto en el contexto cultural local.

Ricardo Arcos-Palma.

Bogotá, 11 de septiembre del 2008.


(1). Sáez de Ibarra, María Belén. Propósitos extraídos del plegable de la exposición. Museo de Arte. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2008. Las siguientes referencias son tomadas del mismo documento.

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