Vistazo Crítico 61: El Museo de Arte.



EL MUSEO DE ARTE. Entre el conservadurismo o la apertura institucional
“En un artículo muy comentado del New York Times, la crítica Roberta Smith lanzaba una pregunta no muy distinta a la de Kruger, dirigida esta vez no a los visitantes de los museos sino a los propios museos. En lugar de ¿por qué están aquí? lo que pregunta Smith es: ¿qué quieren los museos de arte?” Esta frase del filósofo Arthur Danto enunciada en su ensayo “Tres maneras de pensar el arte” el cual hace parte de su libro “El abuso de la belleza” (2003), es muy importante para poder pensar el papel que debe jugar un museo de arte como el de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá. Danto en su texto interroga el papel de la institución museal en un momento donde los museos pretenden cumplir tan solo una función pedagógica ensimismada que gira exclusivamente en torno al arte dejando de lado una visión más amplia que implica un conocimiento de lo cultural en un sentido más complejo: “En mi opinión -dice Danto-, la preocupación de Smith refleja la transición desde el primer modelo, de ver el museo como un lugar donde aprendemos a entender el arte a verlo como un lugar donde empleamos el arte para aprender sobre las culturas de las que el arte forma parte: del arte como fin al arte como medio”.
Estas reflexiones nos sirven para poder dilucidar el futuro de un museo que desde sus inicios ha sido exclusivamente universitario. Recordemos que el Museo de Arte, que ahora yo dirijo, se fundó en 1965 gracias al proyecto de la crítica Marta Traba que encontró apoyo en el rector de entonces José Félix Patiño. Sin embargo algunos años más tarde el museo se vio forzado a dejar el campus universitario pues, algunas obras de la exposición “Espacios Ambientales” curada por un joven artista externo a la universidad, Alvaro Barrios, fueron destruidas por estudiantes que consideraban esas obras de arte como el ejemplo perfecto de la influencia imperialista en el arte, por aquellos agitados años setentas. Este hecho trajo como consecuencia la creación del Museo de Arte Moderno de Bogotá al exterior de la Ciudad Universitaria. ¿Qué ha pasado desde entonces en este espacio que en un comienzo se perfiló como un lugar de apertura institucional y académica según los presupuestos de Marta Traba? Sin lugar a dudas muchas cosas importantes como cuando el museo fue dirigido por José Hernán Aguilar, Mariana Varela, María Helena Bernal (+), William López, Santiago Rueda o con las exposiciones sobre Santiago Cárdenas curada por el maestro Miguel Huertas, la de la maestra Gloria Merino o la de la conmemorativa de los 140 años de la Escuela de Artes curada por David Lozano o los proyectos curatoriales del maestro Gustavo Zalamea. Sin embargo, luego de poco más de cuarenta años, el museo necesita urgentemente un replanteamiento de sus lineamientos exclusivamente universitarios.

Mis colegas el director de la Escuela de Artes Plásticas David Lozano y el director del Curricular de la Facultad de Artes Raúl Cristancho, me decían en una discusión de corredor -bastante acalorada por cierto-, que definiera mi posición y explicara si el museo continuaría siendo universitario o no. Esta discusión me motivó a escribir este texto, que lejos de ser algo justificativo de unas políticas claras del museo, que vienen apoyadas por las directivas de la universidad, tiende a develar las tensiones entre lo exclusivamente universitario y el mundo exterior a la universidad, que en últimas es el mundo cultural nacional e internacional. Cuando me refiero a lo exclusivamente universitario me refiero a esas posturas algo conservadoras que excluyen otras manifestaciones “foráneas” olvidando que el espíritu de la universidad es lo universal y por lo tanto tiende a una apertura hacia el afuera y esto significa no solamente mostrar y exteriorizar lo que se produce al interior del Alma Mater, sino también incluir lo externo, el afuera.

El Museo de Arte así esté enmarcado y enclaustrado en el campus universitario, debe cumplir una función social y en este sentido es importante considerar que dicha función no puede reducirse a las actividades internas de la universidad; otros escenarios culturales como el Auditorio León de Greiff, cumplen esta función de apertura. Esto no significa, según el temor de algunos colegas, que el vínculo con los actores universitarios -docentes y alumnos principalmente-, esté roto. Por el contrario se trata de un replanteamiento de su participación en este escenario museal manejado hasta hace muy poco por intereses particulares o de pequeños grupos, dejando de lado el sentido mismo de lo universitario que en su misión educativa tiende a crear un vínculo efectivo con el mundo cultural local, nacional e internacional.

Por ejemplo en este momento se encuentran expuestas en el Museo de Arte, cuatro exposiciones programadas desde ya hace un tiempo por la antepenúltima dirección del museo, de las cuales tres son producto de la Escuela de Artes: dos individuales de las maestras María Teresa Pardo y Marta Guevara y una colectiva, el tradicional Salón Cano. Este último es muestra palpable de la improvisación y de la falta de gestión de parte de sus organizadores: hasta el día de hoy luego de dos días de inauguración, el personal del museo no tenía los datos exactos para la realización de las fichas técnicas de las obras, entre otros detalles que no merece que nos atardemos. Esto claro está no demerita el esfuerzo de los estudiantes por hacer visibles sus trabajos. Este tipo de improvisaciones tendrán que corregirse a futuro, pues desde ya se debería estar pensando en el próximo salón Cano que se realiza cada año, espacio importante donde se confrontan los procesos pedagógicos y artísticos de la Escuela de Artes. Lo único rescatable del Salón Cano es que por primera vez se invitó a alguien externo a la universidad como curador: el maestro Alejandro Burgos. ¿Pero sería que él al menos contó con un mes para poder preparar la exposición? Tengo mis dudas y un mes, lo sabemos todos, es realmente muy poco tiempo para hacer algo serio en materia curatorial.

Otros ejemplos pero que va en otra dirección, pues fueron realizados con una excelente gestión y planeación fue la exposición Distopía curada por María Belén Saéz de Ibarra con obras de la Fundación Daros de Zurich, que inauguró en el Museo una nueva manera de gestión cultural, o la exposición Fotología que fue acogida por el museo en este año. Sin duda tendremos que discutir abiertamente las tensiones que atraviesan hoy una institución como la que yo dirijo, que pretende enmarcarse dentro de una apertura nacional e internacional sin descuidar los vínculos efectivos y planificados con las diferentes dependencias de la universidad y valga la pena decirlo esto implica las otras sedes de la Universidad Nacional. La noción de pertenencia matizada por lo público, tiende a privatizarse si se pierde de vista una apertura y el Museo de Arte no escapa a esta consideración.

Ricardo Arcos-Palma.
Museo de Arte. Ciudad Universitaria. 28/11/2008.

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