Vistazo Crítico 81: 359° de Rosario López.




359 ° DE ROSARIO LOPEZ. La domesticación del paisaje.

Pronto sabremos quién es el ganador del V Premio Luis Caballero. Pero más allá del premio, hay dos de los nominados, junto a Fernando Pertuz y Mario Opazo, que me interesan enormemente y que al público visitante de la Galería Santafé, no han dejando indiferente; me refiero a la exposición “359°” de Rosario López expuesta hasta hace muy poco y “Paisaje desmem-brado” de Nelson Vergara expuesta actualmente, y de la cual hablaremos en el siguiente vistazo crítico. Estas dos propuestas toman por tema, algo que el arte contemporáneo no ha olvidado: el paisaje. El paisaje ha sido un género importante en la historia del arte, particularmente en el Romanticismo. Lo sublime como categoría estética acuñada por Kant, da cuenta de la belleza de la naturaleza; belleza que puede ser terriblemente subyugadora, por su inmensidad. Luego, a finales del siglo XIX, el paisaje vuelve a ser centro de interés del arte: los impresionistas apoyados en la fotografía logran dar cuenta de un paisaje que se deshace en la tela para recomponerse de nuevo en el ojo del espectador. Procedimiento científico que nos muestra un paisaje diferente, fragmentado y recompuesto gracias a la influencia de la luz en él. Durante el apogeo de la Revolución Industrial, ya entrado el siglo XX, el paisaje natural deja de importar a los artistas, para ser reemplazado por un paisaje cada vez más urbanizado. Y en la segunda mitad de este siglo, particularmente en los años sesenta y setenta, los artistas del Land Art, vuelven a interesarse en la relación existente entre el arte y la naturaleza. Una nueva idea del paisaje se configura. Esta vez, se trataba de exaltar la magnificencia de la naturaleza naturante (Spinoza) y la pequeñez del ser humano, frente a un mundo que se vuelve cada vez más anti-ecológico.



Luego del estudio juicioso publicado en el 2007 por la Universidad Nacional, titulado “La imposibilidad de la naturaleza. Arte y naturaleza en el arte contemporáneo colombiano 1991-2003” de Oscar Mauricio Ardila, podemos afirmar que la naturaleza sigue siendo abordada por los artistas contemporáneos locales. Este es el caso de Rosario López. Echemos entonces, un vistazo crítico a una de estas exposiciones de los nominados al premio Luis Caballero que reflexionan plásticamente sobre el paisaje de manera contemporánea, creando nuevos interrogantes sobre nuestra relación con la naturaleza. De esta manera saldo una deuda con la crítica de arte y con la exposición de Rosario López la cual no nos dejó indiferentes, como decía hace poco el artista Germán Arrubla, en conversación sobre esta exposición.

359°. Esta exposición surge de una experiencia que intenta asir el paisaje en un solo girar sobre su propio eje, pero a través de una acción en un lugar específico del planeta: el caminar en el desierto, el Salar del Uyuni en Bolivia. El paisaje en particular el horizonte ha sido una constante en buena parte de la obra de Rosario López. Desde que pude presenciar por primera vez su obra, en la exposición “Trampas de viento”(1), me di cuenta que para la artista el paisaje es una verdadera obsesión. Pero el paisaje en López no es tratado de una manera nostálgica. Por el contrario se asume de una manera radical: existe en el fondo una cierta visión ecológica, pero algo tímida, pues en realidad a ella no le interesa salvar el planeta. Su postura es más bien, como la de aquellos viajeros del siglo XVIII, que luego de sus travesías daban cuenta del encantamiento que les proporcionaba el contacto con la inmensidad del paisaje.



El espacio de la sala de exposiciones, está muy bien trabajado y el espectador al entrar se encuentra con un simulacro de lo que sería el estar en el Salar de Uyuni. Al comienzo del recorrido, buena parte del piso estaba cubierto de papel de lija (mil cien fragmentos de papel de lija). La superficie no es uniforme, tiene algunas protuberancias. Cada paso reproduce un crujir, similar al que se produce cuando hemos caminado por ese lugar de la geografía.

López traslada literalmente, un pedazo de ese paisaje a la galería. Tal traslado es simulado, domesticado. Es la experiencia lo que ella quiere compartir con el espectador. Una sensación ya lejana, como último vestigio de un lugar que quizá muy pronto desaparecerá. La fotografía del suelo del lugar, dispuesta por fragmentos en la pared ayuda a configurar esa nueva experiencia de la mirada que se funde en el horizonte y del caminar como acción que da cuenta de la inmensidad del territorio.

Seguimos el recorrido y nos encontramos con una construcción realizada con cuerda que está preciosamente dispuesta en entre el techo y la cabeza del espectador. Tal construcción, o más bien estructura, alude directamente a la estructura geométrica (el patrón de Voronoi) que encontramos en el suelo del Salar de Uyuni. Esas formas impactan a la artista y ella la reproduce, dibujando en el espacio. Las sombras que proyecta la estructura viene reforzada por el sonido del agua, reminiscencia de lo que fue antiguamente el lugar: un mar. El espectador, sumergido literalmente bajo esa estructura se ve inmerso en “una sensación muy acogedora, muy cálida” dice la artista y yo estoy completamente de acuerdo con ella, como si el agua ya no estuviese a los pies, petrificada, transformada en sal, si no por encima de nosotros o en volviéndonos.

Finalmente nos encontramos con lo que la artista llama “un dibujo tridimensional” que es una estructura en aluminio que alude una vez más a la forma geométrica del salar. Pero esta vez es como el fragmento del globo terráqueo. ¿Sería descabellado pensar buena parte del mundo como un gran salar? Quizá no, si tenemos en cuenta el ritmo acelerado de recalentamiento planetario que sufre el planeta. La obra de Rosario López desde el título mismo, alude a una pregunta: ¿Dónde estoy yo en relación al paisaje? El cuerpo intenta asir la totalidad del paisaje circundante girando sobre su propio eje. Pero la percepción es incompleta distorsionada, pues en el desierto, nos recuerda la artista, las brújulas no funcionan perfectamente por el grado en exceso de litio. El desfase de un grado, es lo que hace falta para saber dónde estoy yo en ese paisaje, que en realidad, como dice la artista, “es la reconstrucción de una experiencia interior”(2) de un lugar.
359° fue una experiencia estética que no echaremos en el olvido, por su factura, el excelente manejo del espacio expositivo y la coherencia conceptual que hace de esta obra, una reflexión plástica muy interesante, sobre lo que significa el entorno geográfico algo frágil, frente a un mundo cada vez más indiferente al equilibrio ecológico. Fotografía, estructuras en metal y cuerda, instalación sonora y táctil hacen de esta propuesta digna a tener en cuenta en este premio.

Ricardo Arcos-Palma. 10 de diciembre del 2009.

notas:
(1) http://criticosvistazos.blogspot.com/2000/09/vistazo-critico-9-rosario-lopez.html

(2) http://www.citytv.com.co/videos/27834/359-la-nueva-exposicion-de-rosario-lopez

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