Vistazo Crítico 124: Participación Mystique de Raquel Glottman.






RAQUEL GLOTTMAN / PARTICIPACIÓN MYSTIQUE.
Cero Galería. Bogotá.

Durante el mes de abril el público en Bogotá pudo apreciar la exposición de Raquel Glottman titulada “Participación Mystique”. La exposición curada por Estefanía Sokoloff, es una literal inmersión en el mundo onírico a través de la imagen fotográfica. La exposición que se divide en dos partes y en dos pisos de la galería, propone una relación entre el mar y el cuerpo, anudada por los sueños. En la primera parte la presencia del mar extremadamente evidente, hace que el cuerpo (elemento fundamental en la obra de Glottman) sea apenas sugerido: un cuerpo de una mujer vestida de rojo sumergida en el agua, un cuerpo masculino, contorsionado que parece salir del mar luego de una explosión como si se tratara de “un orgasmo” dice la artista y finalmente la presencia de un cuerpo femenino recostado y el mar que parece acariciarle.

En esta parte de la exposición, si bien es muy sugerente e interesante, la que más llamó mi atención es la segunda parte, que es donde encontramos toda la fuerza de la obra de Glottman. Una serie de imágenes donde los cuerpos masculinos y femeninos, vestidos de vaporosas telas blancas, rojas y transparentes, parecen danzar al ritmo de un son místico que solamente es capaz de oír aquel que sabe que el agua guarda los más profundos secretos del amor. Pero no un amor banal sino un amor intenso donde el cuerpo y el alma son en verdad uno solo. Aquí los cuerpos que se sumergen en una danza mística, dejan que el eros y el tanatos, se abran paso a lo largo de la imaginación.


En efecto la obra de Raquel Glottman está llena de referentes psicoanalíticos: “el agua lo relaciono con el mundo de los sueños” me confiesa la artista que no niega la influencia de Carl Jung y su teoría de los arquetipos y de Alejandro Jodoroski con su apuesta a la psicomagia. En este sentido, su obra es la materialización de esa lejana e intensa relación entre vigilia y ensoñación que nutre el imaginario colectivo. Esos cuerpos que danzan una y otra vez en el agua, parecen revelarnos otra perspectiva del “desnudo que dialoga con el cuerpo”, por eso –agrega la artista-, “mi trabajo es arquetipal, mis obras son un puente entre unos sueños lúcidos y la vida misma”. Ese puente acuoso genera una tensión entre la vida real y la imaginación donde lo erótico se torna sagrado y adquiere una dimensión mística.

Tal como sucede en los grandes relatos místicos donde el cuerpo, que parece ser un obstáculo entre la divinidad y lo humano, se transmuta en una substancia que transciende la materia para poder fundirse con la totalidad, con la unisidad,  con la divinidad así sea por una instante. Esto es lo que llamó Gaston Bachelard “la unidad de elemento”: “Así el agua va a aparecérsenos como un ser total: tiene un cuerpo, un alma, una voz. Quizá más que cualquier otro elemento, el agua es una realidad poética completa. Una poética del agua, a pesar de la variedad de sus espectáculos, tiene asegurada su unidad”. Tal unidad entonces hace del cuerpo materia líquida, poesía pura. Así las obras de Glottman muestran esa fusión entre el agua y el cuerpo donde uno y otro se confunden.


Es lo que podemos ver en imágenes como “Mystic Love” (2013), donde dos luminosos cuerpos se aman en un profundo claroscuro como si se tratara de un pintura del romanticismo. Él, con un lasillo rojo en su muñeca sostiene el cuerpo de Ella, mientras sus rostros se pierden en la unión de otros cuerpos que son reflejo de ellos mismos en esa danza amorosa. El agua espejo, desdobla los cuerpos de los amantes, multiplicando el movimiento. Este amor místico funde deseo y pasión en un solo instante: el éxtasis.

En otra de sus imágenes vemos un cuerpo de mujer vestido de un vaporoso traje. Ella parece flotar en medio de una oscuridad sin fin, sosteniendo contra su pecho un gran libro. Su reflejo desdibujado se convierte en ese otro con el que la mujer parece bailar. Aquí también el anonimato viene acentuado por el filo cortante de la superficie que oculta el rostro y une el cuerpo y su propio reflejo. Al respecto Raquel Glottman dice: “Cada alma tiene su libro, el destino”. Ese libro que una vez abierto, deja pasar hoja tras hoja, acentuando la idea que lo único que podemos hacer los mortales es leer nuestra propia historia, que ya está escrita, y que solo terminará cuando el libro se cierre después de un viaje, como en ese vídeo realizado por la artista, donde una mujer camina en el mar con una maleta en sus manos hasta que una ola la empuja muy lejos de ahí, mientras un ser querido ha dejado de existir en un país lejano.


Bogotá, 5 de abril del 2014. 

Comentarios